Queremos irnos de este mundo dejando huella en los nuestros y, de ser posible, en la vida de los que más sufren.
En Ayuda a la Iglesia que Sufre vamos conociendo a lo largo de los años a personas anónimas y extraordinarias que, en silencio y aun cuando ya no están, hacen posible que la Luz de Dios llegue a tantos países con verdadera necesidad. Personas que, por su generosidad y su compromiso con el Evangelio, un día decidieron incluir en su testamento a Ayuda a la Iglesia que Sufre. La huella que dejan con su legado sostiene a un ejército de sacerdotes, religiosas y laicos que se entregan incondicionalmente para dar Vida y llevar Esperanza hasta el último rincón del planeta.