Aquí comienza un camino donde tu fe y generosidad se convierten en esperanza para quienes sufren por seguir a Cristo. Descubre cómo puedes hacer parte de esta obra de amor.
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Permite que un sacerdote celebre una Misa por tus intenciones y reciba el sustento que necesita. En muchos lugares, esta es su única fuente de apoyo.
Apoya a quienes se preparan para ser pastores de la Iglesia, especialmente en regiones pobres o perseguidas. Ellos serán luz en medio de la oscuridad.
Sostén a las hermanas que cuidan a enfermos, niños y personas solas. Con su oración y entrega, ellas son testimonio del amor de Dios.
Ayuda a formar laicos comprometidos con la transmisión de la fe en comunidades sin sacerdotes. Su labor mantiene viva la Iglesia.
Regala la Palabra de Dios a niños y familias que nunca han tenido una Biblia. Evangeliza a través del don más poderoso: el Evangelio.
Apoya programas católicos en lugares donde solo se escucha una voz: la del miedo. Lleva consuelo y verdad por medio de la radio y la televisión.
Ayuda a que un sacerdote o religiosa llegue a comunidades alejadas con la Eucaristía, la oración y el consuelo. A veces solo se necesita una moto.
Participa en la reconstrucción de capillas e iglesias destruidas por la guerra o el odio. Cada ladrillo que pongas será un signo de esperanza.
Responde ante guerras, persecuciones o catástrofes. Tu donación puede significar comida, refugio y fe para quien lo ha perdido todo.
Hay muchas maneras de extender la mano, pero todas nacen del mismo lugar: el corazón.
En cada rincón del mundo, hay cristianos que esperan una señal de esperanza.
Gracias a personas como tú, podemos responder con amor, con oración y con obras concretas. Ya sea apoyando a un sacerdote, sosteniendo a una religiosa, regalando una Biblia o ayudando a reconstruir una iglesia, tu acción transforma realidades.