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Ayuda al sustento de religiosas que acompañan a jóvenes en riesgo y mujeres víctimas de violencia

Religiosas en Guatemala

La congregación de las Misioneras de la Inmaculada Virgen María y Santa Catalina de Siena fue fundada en Colombia en 1914. Su fundadora, Laura Montoya, canonizada en 2013, sintió de joven maestra la llamada de Dios para cuidar en la selva colombiana a las comunidades indígenas y enseñar a los niños. Junto con cinco mujeres —entre ellas, su propia madre— asumió esta exigente misión.

En un inicio, se enfrentó a la fuerte resistencia de la sociedad, que le puso numerosos obstáculos. Sin embargo, pronto se le unieron otras mujeres que no temían la dura vida en la selva, los viajes peligrosos en canoa ni el clima sofocante.

Hoy, la congregación cuenta con unas 550 religiosas en más de 20 países, dedicadas a defender la dignidad de los más pobres y marginados. Su labor se centra especialmente en comunidades indígenas y afrodescendientes en América Latina, así como en poblaciones rurales apartadas, donde atienden necesidades espirituales y materiales.

Presencia en Guatemala

En 2020, las hermanas Lauritas —como son conocidas por su fundadora— llegaron a la diócesis de Quiché, Guatemala, una región rural marcada por la pobreza y habitada principalmente por indígenas. La población subsiste con pequeños cultivos y la elaboración de tejidos tradicionales. Algunos sobreviven gracias a las remesas que envían familiares desde Estados Unidos o España.

Esta zona fue una de las más golpeadas por la guerra civil guatemalteca (1960-1996), considerado el conflicto armado más brutal de América Latina, cuyas consecuencias aún persisten.

El antiguo obispo de Quiché invitó a las religiosas debido a su profunda preocupación por los jóvenes, ya que la tasa de suicidios era alarmantemente alta y muchos habían perdido el sentido de la vida. Actualmente, tres religiosas y una joven aspirante trabajan en Nebaj, donde se dedican a la pastoral juvenil, transmitiendo esperanza a través de la Buena Nueva de Cristo.

También acompañan a mujeres indígenas que sufren violencia doméstica, pero que, al mismo tiempo, son el pilar que transmite la fe y la cultura en sus familias. Para las Lauritas, su misión es ayudar a las personas más vulnerables a redescubrir su dignidad.

Una ayuda necesaria

Las hermanas realizan esta valiosa labor de forma desinteresada, pero necesitan cubrir gastos básicos como alimentos, medicamentos, electricidad, agua y transporte. Por ello, han solicitado apoyo económico para su manutención.

Desde ACN nos hemos comprometido a colaborar con 2.160 euros. Ahora queremos invitarte:
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